El cellista Benito Liendo alcanzó la cúspide y aún persigue sus sueños

El venezolano Benito Liendo es el solista principal de la fila de violoncellos de la Sinfónica de Guayaquil, en Ecuador, una orquesta que suma 70 años de trayectoria y que dirige el maestro ítalo-argentino Dante Anzolini, aclamado por su trabajo con la batuta al mando de orquestas en Europa, Estados Unidos y Sudamérica. 

Para el músico caraqueño, ganarse su puesto en la orquesta ecuatoriana fue como luchar para una de las muchas audiciones que hizo en Venezuela y que lo llevaron a formar parte de las principales formaciones musicales de El Sistema, primero como miembro de la Orquesta Juvenil e Infantil del Núcleo San Agustín, luego en la Sinfónica Juvenil de Caracas y la Gran Mariscal de Ayacucho. 

Más tarde, Liendo integró la Nacional Infantil de Venezuela y finalmente recorrió el mundo durante 15 años junto a la Orquesta Sinfónica Simón Bolívar, bajo la dirección del maestro Gustavo Dudamel. Así se paseó por escenarios que van desde el Teatro Teresa Carreño, el Carnegie Hall, hasta el La Scala de Milán, el Philharmonie de Berlín, el Partenón de Atenas, Los Proms de la BBC, entre muchos otros.

La carrera de Benito Liendo ha sido vertiginosa y hasta la cumbre en tan solo 30 años. El hijo de un electricista y una ama de casa, aprendió desde pequeño que las recompensas se logran con trabajo duro. Ese esfuerzo se nota en su resumen curricular, en el que presume de haber trabajado junto a otros directores como Pablo Castellanos, Diego Matheuz, Rodolfo Saglimbeni, Lorin Maazel, Claudio Abbado, Simon Rattle, John Williams o Giuseppe Sinopoli. En conversación con Venezuela Sinfónica, el cellista nos cuenta su vida. 

-¿Usted seleccionó al cello o el cello lo escogió a usted? Cuéntenos esa historia.

-Yo seleccioné el cello. Todo comenzó cuando mi papá me llevó a clases de música a la edad de seis años, donde comencé con la mandolina, teoría y solfeo, en la parroquia La Pastora, de Caracas, con el profesor Narciso Pichardo. Al tiempo, unos tres años después, mi padre me llevó al núcleo San Agustín del Sistema de Orquestas, dirigido en ese entonces por la maestra Irina Capriles, donde yo quería tocar el violín porque se asemejaba a la mandolina. Pero no había cupo para tocar violín, ahí fue donde me decidí por el cello, y ahí comenzó mi carrera como cellista.

-¿Qué hizo el Sistema de Orquestas por usted?

– El Sistema sin ninguna duda cambio mi vida: Me dio una herramienta de trabajo y oportunidades para ayudar a otros niños y jóvenes mediante la música. El Sistema me hizo más consiente de la sociedad en la que vivimos y amplió mis conocimientos para brindarme el mejor futuro posible. 

-¿Usted se considera uno de los muchos embajadores del Sistema?

– Sí, porque toda mi formación musical la recibí del Sistema, y es por eso que a donde quiera que vaya llevaré esa filosofía de vida.

-¿Cómo pasó de docente de la Cátedra Latinoamericana de Violonchelo en Venezuela e integrante de la Sinfónica Simón Bolívar a continuar su carrera musical en Ecuador?

– Siempre me sentí contento en las áreas musicales donde me desenvolvía dentro de mi país. Sin embargo, quería alcanzar otras metas personales, explorar otros proyectos, demostrar la ejecución del violoncello y enseñar en otras tierras mis conocimientos musicales, así como aprender de otras culturas. A veces, es necesario salir de la zona de confort, encontrarte en otros espacios para comenzar, si se quiere, de cero, crecer y alcanzar nuevos sueños. 

-Como músico ¿qué encontró en tierras ecuatorianas? 

-Nuevas oportunidades. Llegué a la Orquesta Filarmónica Municipal de Guayaquil, y a la Orquesta Prefectura del Guayas, de la mano del director Manuel Campos, que me apoyó desde mis inicios en Ecuador. En estas orquestas me he podido desempeñar como solista. También conseguí el apoyo del Colegio República de Francia, gracias a el arquitecto Parsival Castro y al maestro Jose Manuel Uzcátegui. En Guayaquil me encontré con una escena musical en desarrollo y con mucho potencial.

-Fundar cátedras o ensambles, dar clases, ofrecer cursos de verano, tocar en recitales, aunque no sea en Venezuela ¿Es continuar un poco con el ejemplo que el maestro José Antonio Abreu les dio?

-Por supuesto, parte de las enseñanzas del maestro Abreu y que uno aprende cuando forma parte del Sistema, es llevar y difundir en todas partes nuestra verdadera misión: Tocar, cantar y luchar. 

-Ahora que ha permanecido un tiempo lejos ¿cómo ve la escena musical venezolana, sus instituciones, sus músicos?

– Veo que pesar de la situación del país que todos conocemos, hay personas y músicos que todavía apuestan por brindar cultura en Venezuela, y eso es admirable, y que sin ninguna duda es un semillero de talentos.

-¿Qué metodología o técnica emplea usted como profesor de chelo?

– Más que metodología y técnicas, parte de mi esfuerzo se concentra en sembrar conciencia en los alumnos y sus representantes, en mostrarles que la ejecución del violoncello y los demás instrumentos, no son un pasatiempo sino una disciplina, que requiere dedicación y esfuerzo. 

-Fue miembro del Sistema, digamos que en una “época dorada” de conciertos y giras. Ya nos ha contado de su paso por Ecuador ¿En qué momento de su carrera se encuentra ahora?

-Creo que ahora tengo mayores responsabilidades. Soy el solista principal de la fila de violoncellos de la Orquesta Sinfónica de Guayaquil, luego cree la cátedra de violoncellos del Colegio República de Francia, y se me han abierto las puertas y no han dejado de llover nuevos proyectos. Ahora también me preparo para grabar un disco en el primer trimestre de 2020. 

-Su carrera musical puede compararse con un viaje ¿cuáles cree que serán los próximos destinos o las paradas?

– Cuando pienso en esta vida como un viaje, recuerdo que me gustaría hacer música en mi segundo país, Italia. Mi madre llegó a Venezuela cuando tenía tan solo siete años de edad, llegó con mis abuelos desde la provincia de Salerno, huyendo de los estragos de la Segunda Guerra Mundial. 

-Hay una composición, una partitura, una letra, un libro, un personaje… que describa su vida.  

– Mi papá ha marcado mi vida, fue esa persona que me brindó educación y me apoyó en el desarrollo de carrera artística, me dio el impulso. 

-¿Concentrarse en su música, en su instrumento, le ayuda lidiar con la distancia o la nostalgia?

– Sin duda la música te ayuda a relajarte, a olvidar, a no extrañar, a ser más consciente, a ser más humano.

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