El juicio y la crucifixión de los artistas venezolanos

Venezuela vive actualmente una de las crisis humanitarias más agudas de toda su historia.


Por Roberto C. Palmitesta R.

Es un momento verdaderamente amargo marcado por la escasez de alimentos y medicinas, la inseguridad y el desempleo a lo que se suma la violencia desatada por las protestas de calle, producto de una brutal represión por los cuerpos de seguridad y la participación de grupos de sicarios armados que no obedecen a nadie.

En medio de esta crisis se encuentran los artistas: actores, músicos, escritores, pintores, etc., quienes ya venían de ser fuertemente golpeados por la crisis y que con los sucesos actuales ven como sus pocos ingresos se reducen aún más, imposibilitando su subsistencia, aún más quienes son padres de familia, generando un éxodo artístico nunca antes visto, perjudicando al mismo tiempo a la Venezuela cultural. Tristemente, quienes llegan a otros países, luego de ser líderes o ejemplos a seguir ahora deben comenzar desde cero, muchas veces tocando en las calles o en locales donde les pagan una miseria, inclusive, muchos cuelgan los guantes, abandonan la música para dedicarse a otros oficios: vendedor, cajero, mesonero, etc. Algunos pocos han tenido suerte, logrando multiplicar su éxito en otras latitudes.

¿Qué sucede actualmente? Muchos músicos no tienen su quince y último garantizado por su trabajo de oficina o porque son dueños de una empresa. Dependen de lo poco que ganan por tocar, muchos de ellos tienen hijos, niños, que deben comer, que necesitan medicinas o insumos como los pañales. Muchos de ellos son satanizados por querer seguir trabajando. Hay que ponerse en su piel; hay que ver si quienes tanto critican le diría a un niño de seis años, en pleno crecimiento: “esta noche no vas a comer y mañana quizá no desayunas porque papá es solidario con los que protestan y es un tabú salir a tocar en estos momentos”. O quienes cuidan a sus padres de la tercera edad: “mamá no puedo pagar el alquiler de la cama o de la bombona de oxígeno porque tu hijo es solidario con los que protestan”. ¿Y si se muere? Hay que ver si se atreven a decir: “mi mamá o mi abuela murieron porque no tenía dinero para pagar las medicinas o la emergencia de la clínica, ya que dejé de tocar en solidaridad con…”. A veces hay que dejar el extremismo, pensar en frío y ponerse en la piel del otro.

músicos

Por otro lado es lógico que se suspendan los eventos por muchas razones. A veces el cierre de vías de transporte o de estaciones del Metro impiden que el público y hasta los propios artistas lleguen al lugar donde van a actuar. ¿Cómo se hace para llegar a un teatro o sala de conciertos cuando en sus alrededores están sucediendo hechos de violencia y represión, con un ambiente cargado de bombas lacrimógenas y perdigones volando por los aires? O pero aún ¿quién tiene el espíritu de asistir a un concierto o a una comedia teatral cuando las calles se tiñen de sangre? Cuando no hay casi ingresos económicos porque el país se paraliza por el clima político ¿quién está dispuesto a pagar una entrada cuando tiene el dinero contado para la comida?

Los artistas se encuentran entre dos aguas, porque si bien se dan los casos anteriormente expuestos, hay artistas que con poca ética aprovechan la coyuntura para ganar popularidad y lanzar sus discos, temas, videos, etc., lo cual es realmente deplorable y los ves en las marchas queriendo ser protagonistas pero se nota que es algo montado, fingido. Igual de detestables lo son quienes organizan un festival de música, teatro o de lo que sea solo para tapar el sol con un dedo o intentar sacar el agua del océano con una cuchara. También están las bandas que celebran sus aniversarios en medio del llanto y el luto, no es una actividad de subsistencia, es el mero hecho de celebrar, brindando con todo y licor, y hasta inundando las redes con imágenes de sus rumbas, pero esa actitud es realmente muy criticable.

Tampoco hay que dejar que el extremismo extinga toda actividad artística. El arte puede ayudar, no necesariamente todas las actividades culturales deben ser canceladas, muchas de ellas más bien pudieran ser re-direccionadas para ser aprovechadas. Por dar un ejemplo ¿acaso no fueron los conciertos públicos y actividades de calle de varios músicos los que llevaron al pueblo estadounidense a realizar numerosas protestas en contra de la Guerra de Vietnam, conflicto que acabo con el Gobierno de Lyndon Johnson y su reelección presidencial. Estas protestas que también fueron reprimidas por fuerzas del orden público también mermaron la popularidad del siguiente mandatario.

Veamos otro ejemplo remontándonos al siglo XIX y que tuvo lugar en Italia: ¿Por qué el grito de “¡Viva VERDI!” se convirtió en habitual en el movimiento italiano de liberación? La tercera ópera del compositor italiano Giuseppe Verdi, titulada Nabucco y estrenada en 1842 expresaba un fuerte sentimiento patriótico, acorde con el movimiento italiano de liberación contra la dominación austriaca. Se convirtió en un símbolo de resistencia y las paredes de las calles de Italia se llenaron de pintadas en las que se leía “Viva VERDI”, porque además del contenido de la obra, también tenía otro significado porque se trataba de un acrónimo de significado político: VERDI quería decir “Vittorio Emmanuele Rey d´Italia”, protestando sublimemente contra la censura impuesta por los austriacos.

Son muchos los ejemplos de cómo el arte puede tender puentes de concertación. El conflicto que existe actualmente en Venezuela es complejo y violento, lleno de luto y sufrimiento, pero lo es más complejo aún el ancestral conflicto entre Palestina e Israel. En este sentido el director de orquestas argentino-israelí Daniel Barenboim junto al fallecido filósofo Edward Said (Palestino nacido en Jerusalén) crearon la Orquesta West-Eastern Divan Orchestra, que une en armonía a músicos árabes, palestinos, israelíes y algunos iberoamericanos, representantes de las religiones judía, musulmana y cristiana, algo que en un principio pareciera ser incompatible, demostrando que la música tiene el poder de crear concertación y entendimiento.

Si se puede lograr algo que parecería imposible como el hecho de que judíos, musulmanes y cristianos se sienten en un mismo lugar cambiando las armas por instrumentos para tocar música, ¿por qué no podría aplicarse a gran escala en otras naciones? parece una utopía, pero si se puede hacer y a través del arte, de hecho en Venezuela algo similar se ha venido haciendo con el Sistema Nacional de Orquestas y Coros Juveniles e Infantiles.

En Venezuela el maestro José Antonio Abreu ya había hecho lo mismo que Barenboim, pero no con una sola orquesta, sino con miles en todo el país, donde en un mismo lugar se reúnen músicos de distintas tendencias políticas, distintas razas y estratos sociales en armonía, en paz, sin conflictos, sin agresividad, sin insultos y en hermandad para hacer música del más alto nivel. Este proyecto comenzó hace 42 años con una docena de músicos, y actualmente involucra directa e indirectamente a casi 800 mil niños y jóvenes que comulgan en paz con la música.

Lamentablemente el extremismo político ha hecho que un proyecto social y cultural como los es El Sistema, admirado en todo el mundo y replicado en más de 40 países distribuidos en cinco continentes sea duramente criticado, muchas veces producto de la ceguera que produce el extremismo, sin investigar sus logros y sin conocer sus alcances. Pero lo peor es que muchas de las críticas sin fundamento vienen de “periodistas” y la esencia del periodismo es investigar, conocer los hechos antes de emitir un veredicto. Muchos comunicadores dedican buena parte de su tiempo a vilipendiar el movimiento de las orquestas y lo más triste es que nunca han pisado en Núcleo (centro de enseñanza musical) ¿entonces cómo pueden emitir semejantes juicios?

En el mismo orden de ideas, justamente, tanto el maestro Daniel Barenboim como el maestro José Antonio Abreu han ganado numerosos reconocimientos en todo el mundo para honrar sus logros y esfuerzos humanitarios que buscan la paz, el respeto y el entendimiento. Recordemos que ambos han estado cerca del Premio Nobel de la Paz, todo gracias a la música.

En Venezuela instituciones como la Fundación Nuevas Bandas también han organizado conciertos donde participan agrupaciones que ofrecen una propuesta musical basada en la protesta y lo ha hecho en tiempos de crisis con buenos resultados. Inclusive en coproducción con otras empresas o productoras (Arepa Music, Sibelius Fest) ha organizado eventos donde convergen en una misma tarima artistas tanto oficialistas como opositores y no ha pasado nada malo, más bien, en el backstage se ha visto un ambiente hasta de camaradería, ni hablar de la diversidad político – social que se ha visto en la audiencia disfrutando de la música.

En el Zulia podrían sonar las gaitas que por excelencia han sido una expresión popular para protestar. Hemos visto como uno de los principales exponentes de la música popular, Rafael “el pollo” Brito ha colocado en sus redes sociales varios videos interpretando gaitas de protesta… ¿lo vamos a crucificar por eso? Esta protestando a su manera, con el arte y no hay nada malo en ello.

¿Qué hay del humor y el teatro? ¿Acaso los principales humoristas y muchos de los programas de televisión de este estilo no han estado signados por la crítica política y la protesta? Igual sucede con los caricaturistas y lo han venido haciendo muy bien. El teatro también ofrece la posibilidad de ver obras con profundo contenido social que llama a la reflexión. Vendría bien en estos tiempos de tanta agresividad una buena tanda de humor social como catarsis y protesta al mismo tiempo. Hay que buscar calmar las aguas en vez de agregar más combustible al fuego.

Uno de los grandes humoristas como lo es Laureano Márquez en sus artículos y editoriales en el periódico Tal Cual hace unos profundos análisis, con críticas constructivas, ofreciendo soluciones pero con el toque de humor que lo caracteriza. Lo mismo sucede con el locutor y presentador Luis Chataing, quien con sus programas a base de humor negro critica duramente al gobierno, exponiendo sus denuncias.

Hasta con la literatura el cineasta Jonathan Jakubowicz se aventuró a escribir el libro “Las Aventuras de Juan Planchard”, una crítica llena de humor negro sobre el estilo de vida de los corruptos o “enchufados”, con un éxito de ventas de tal magnitud que hasta han intentado prohibirlo. ¿Vamos a crucificar al autor por lanzar y promocionar un libro en época de conflicto? No tendría sentido, pero la tentación obedecer al navegar entre dos aguas.

Las actividades que conjugan el arte con la protesta y que promueven al amor por Venezuela pueden retomarse en una situación como la que vive el país actualmente. Si el objetivo es buscar espacios para la protesta pacífica, la concertación y el encuentro de ideas la iniciativa más bien es loable, más no como el Festival de Teatro que se inauguró en medio del luto y el dolor queriendo demostrar que “aquí no está pasando nada”, esas intenciones oscuras han sido rechazas a tal punto que varias compañías de teatro se retiraron del evento y la asistencia del público ha sido irregular.

Muchos artistas que tienen una gira internacional, van a recibir un premio o van a lanzar un disco o video se preguntan ¿puedo anunciar la noticia o si lo hago me van a crucificar? En ese caso si es posible hacer anuncios de buenas noticias porque oxigenan con notas positivas un ambiente cargado de dolor, tensión y malas experiencias. Además recuerdan a la población lo positivo que tiene Venezuela, reiteran a la colectividad el por qué hay que luchar por el país.

Varios exponentes de la música tradicional venezolana afirman que les gustaría continuar con su programación de conciertos porque consideran que este tipo de expresiones exaltan la cultura y el arraigo por el país, hacen que la gente quiera más a la tierra que los vio nacer y también es una propuesta muy válida, todo dependiendo de cómo sea enmarcada y las fechas que se seleccionen.

Suena muy bien ¿cierto? Hacer eventos para protestar pacíficamente y buscar lugares de encuentro, al mismo tiempo que los artistas encuentran oportunidades de trabajo, pero hay que verlo desde el otro lado de la acera: supongamos que se organiza un concierto en cualquier plaza, se obtiene el financiamiento de entes públicos y privados para la producción, y se contrata a un grupo de artistas, pero… ¿qué pasa si ese mismo día se desata una escalada de violencia, represión, saqueos, cierre de vías, etc.? Lamentablemente vienen las incomodas interrogantes: ¿se suspende? ¿Se hace independientemente de lo que esté pasando? ¿Se pospone? Y ¿de dónde saldrán los recursos para hacerlo otro día? ¿Devolverán el dinero del montaje del concierto?… nos quedamos en zozobra lamentablemente.

¿Cómo concluir este artículo? No es fácil porque no se sabe lo que va a pasar, es incierto el camino que tomará el país por lo tanto muchas de las interrogantes propuestas en estas líneas por ahora quedan sin respuesta, mientras los artistas y productoras de eventos navegan en una tempestad sin brújula y sin un horizonte fijo. ¿Qué se puede hacer? Vale la pena proponerse el continuar, pero en forma selectiva, tanteando un terreno impredecible y estando conscientes que de un momento a otro se puede suspender cualquier iniciativa, lo difícil es luego retomarla y eso depende hasta cierto punto de la habilidad gerencial y diplomática con la que se cuente.

Continuará….

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