Los 20 mejores álbumes de Jazz

Vía: RevistaReplicante | Por Daniel Herrera y Joaquín Peón Iñiguez

El jazz, la música que se nutre de todos los géneros, que lleva más de un siglo reinventándose y construyendo paraísos etéreos con base en la improvisación, también nos dio algunos de los genios más grandes del siglo pasado. Los veinte discos seleccionados son de los más bellos testimonios que ha dejado la humanidad de su sensibilidad, inteligencia y espiritualidad.

Los 20 mejores álbumes de Jazz
Los 20 mejores álbumes de Jazz

1. Miles Davis, Kind of Blue

Miles fue la piedra angular de distintos momentos en la historia del jazz, pero su obra definitiva fue la que abrió el camino al jazz modal. Aunque esta forma de improvisar en realidad comienza en el disco Milestones, es hasta este disco cuando se desata por completo la improvisación sobre un par de acordes. Una grabación fundamental porque, además del trompetista, participan también John Coltrane, Julian “Cannonball” Adderley, Bill Evans y Paul Chambers. Todos ellos comenzaron a grabar casi sin indicaciones de Miles e incluso algunas piezas fueron casi creadas el mismo día de la grabación. Este disco cambió la historia del jazz, todas las piezas que lo integran ahora son standards que se tocan alrededor del mundo.

2. John Coltrane, A Love Supreme

La música de Coltrane es elegancia, altura y entusiasmo. Es considerada lo más cercano a experiencias intensamente religiosas. En 1963 grabó uno de los discos más elevados de la historia del jazz: A Love Supreme, que era una plegaria con intensidad de himno. Antes de Ascension, donde Coltrane alcanzó una libertad armónica, agresiva, arrolladora y directa, un ascenso de los hombres hacia algún Dios, incluyendo al mundo, existió A Love Supreme, una misa jazzera en cuatro partes. La primera pieza abre con una introducción de Coltrane, seguido de una serie de platillos, para que el contrabajista, Jimmy Garrison, toque cuatro notas que le darán estructura a la pieza completa. La improvisación libre casi llevada al extremo.

3. Charles Mingus, The Black Saint and the Sinner Lady

Mi música es la evidencia de la voluntad de mi espíritu por vivir, dijo Mingus en alguna ocasión. Este disco representa una proeza de la orquestación. Simbiosis de la estructura sinfónica y del bop, tiene sus orígenes en distintas tradiciones, se nutre de la guitarra española, el gospel y el blues. Se trata de seducción. La danza de la dama pecadora frente al santo negro es prodigiosa y letal. El pobre hombre ardiendo y delirando por su culpa, le están exprimiendo limón en las heridas. Caminando de luto por el carnaval de Nueva Orleans. Nueva York de fiesta y a oscuras. Por momentos vals endemoniado, por otros ballet del terror. Tan dramático e intenso como el mejor tango. De la desesperación a la esperanza. El baile exquisito de las almas. Alabado sea Mingus porque suyo será el reino de los sueños.

4. Charlie Parker & Dizzy Gillespie, Bird & Diz

Charlie y Dizzy eran grandes amigos. Se habían conocido desde la juventud y tocaron y grabaron y salieron de gira juntos. Su relación se fue deteriorando conforme Parker se sumergía más y más en el mundo de las drogas y la autodestrucción y Gillespie se convertía en un acérrimo enemigo de ellas. Pero esta grabación es especial, es la última grabación en estudio de ambos, pero además habría que añadirle el genio de Thelonius Monk en el piano. Aunque eso no es todo, también estaba el talentoso Buddy Rich en la batería y el eficiente Curly Russell en el contrabajo. A todo esto habría que sumarle que no se sabe cómo fue que estas figuras lograron juntarse en un estudio. Pero es Norman Granz quien se achaca a sí mismo la culpa de esta grabación. Aunque el disco fue mal recibido en 1952 tanto porque Parker en algunos momentos desafina y porque la inclusión de Buddy Rich parece más una necedad de Granz, al final, a casi sesenta años, el sonido de este par de amigos no ha perdido su belleza y virtuosismo.

5. Art Blakey and the Jazz Messengers, Moanin

El hard bop en plenitud, con las alas extendidas. Al igual que ocurrió con Miles Davis, los músicos de Blakey terminaron teniendo destacadas trayectorias por sí mismos. El aullido de los mensajeros del jazz es más potente que el canto de las sirenas. Ningún pie habrá de permanecer inmóvil ante el piano de Bobby Timmons, el bajeo de Jymie Merritt. Lee Morgan en la trompeta y Benny Golson en el saxo desarrollan una apasionante conversación. Y sobre todo, es increíble lo que ocurre cuando el baterista es el líder de la banda, omnipotente y demencial, los demás tendrán que arreglárselas para aguantarle el paso. Éste es un disco que te saca a caminar.

6. The Dave Brubeck Quartet, Time Out
Despreciado tanto en su nacimiento como ahora, catalogado como música de elevador, Time Out tiene todo lo necesario para ser una obra compleja: ritmos múltiples y poco comunes, complicados y largos solos y una sensación de que lo que se escucha es tan sencillo que no debería ser difícil tocar como el cuarteto de Brubeck. Nada más lejano a la realidad. Comenzando con “Take Five”, quizá una de las piezas repetidas hasta la náusea dentro del jazz para bodas, en realidad era una simple excusa para que el baterista Joe Morello pudiera hacer un largo solo. “Blue Rondo à la Turk” es una pieza que brinca de ritmo (de 9/8 a 4/4) justo a la mitad. “Three to Get Ready” hace lo mismo, solamente que es un vals que se convierte en jazz tan fácilmente como cuando un conductor pasa de tercera a cuarta mientras maneja. Pero lo mejor es el sax de Paul Desmond, quien se encuentra en su mejor momento, dejando claro que un estilo limpio y ordenado también puede ser innovador.

7. Herbie Hancock, Maiden Voyage

La ejecución definitiva y una de las más prodigiosas del jazz modal. Maiden Voyage se refiere al primer viaje que realiza una tripulación, de tal forma que este álbum se puede entender como la historia de un viaje iniciático. De principio a fin construye una elaborada atmósfera marina, una narrativa compleja, traza la cartografía de la epopeya que habremos de emprender. Si tienen la paciencia para navegar podrán incorporarse como polizones en este barco, serán recompensados con una aventura que contendrá tormentas y naufragios, pero también contiendas piratas, encuentros con la naturaleza, la totalidad del azul, largas jornadas bebiendo ron. Eso y la infinita libertad que impone altamar. Sobre este disco se podría fundar un mundo en cualquier isla desierta.

8. Brad Mehldau Trio, Live

En el mercado existen infinidad de discos llenos de covers roqueros creados por intrascendentes grupitos de jazz. Así es, en el jazz hay mucha basura, como en todos los géneros. Pero también es posible encontrar a nuevos músicos que experimentan con el rock y que cada disco que editan se convierte en una muestra de lo vivo y actual que el jazz puede ser. Y parte de esa característica es tomar prestado de todos los estilos posibles, aunque algunos puristas lo desprecien. En el caso de Brad Mehldau el odio hacia el rock no aparece en su lenguaje, sólo habría que ver algunas piezas de este disco, por ejemplo “Black Hole Sun”, original de Soundgarden, una buena canción que lleva hasta el paroxismo improvisando durante 24 minutos. Así, en el mismo disco podemos encontrar una intensa versión de “Wonderwall”, de Oasis, o incluso, “More than you know”, de Barbara Streissand. Sublime, diría yo.



9. Cannonball Aderley, Something Else

“Autumn Leaves” ha sido covereada hasta el agotamiento por jazzeros y poperos, pero ninguna de sus versiones es tan sublime como la de este álbum. La explicación es sencilla: se trata de la mejor alineación de músicos que se haya ensamblado. Adderley y Davis en duelo de titanes, diálogo mítico, la fuerza de dos huracanes detrás de la trompeta y el saxofón. La siguiente vez que grabaron juntos crearon el álbum que ocupa el primer lugar en nuestra lista. Hank Jones en la batería y Sam Jones en el bajo nadando en un mismo fluido psíquico, comunicación paranormal, por decir lo menos. Y en el fondo Art Blakey volviéndose loco sin perder el compás, haciendo cantar al platillo. Los eclipses son cosa de todos los días, un auténtico desorden cosmológico tuvo que ocurrir para que estos cinco se llegaran a juntar.

10. Keith Jarret, The Köln Concert

El hombre solo contra el piano. Por momentos parece poseído por él, vertiginoso, cayendo en espiral, tecla por tecla recuperando el control, edificando su propio paraíso trascendental. Cuando termina el disco se abre un vacío inmenso, entonces uno se da cuenta que un hombre con un piano tiene mayor poder que cualquier silencio. Cuenta la leyenda que Jimi Hendrix tuvo un orgasmo tocando un solo de guitarra, basta escuchar los gemidos esporádicos y extasiados de Jarrett a lo largo del álbum para articular lo evidente: estamos frente a un genio multiorgásmico musical.


11. Ella Fitzgerald and Louis Armstrong, Ella and Louis

Louis Armstrong es uno de los favoritos estadounidenses. Su imagen y su scat se convirtieron ya en un clásico del imaginario colectivo de ese país. Ella es una de las cantantes de jazz más reconocidas, incluso por encima de Bessie Smith y Billie Holliday. Juntar a ambos egos parecía complicado, en especial cuando los dos estaban en el punto más alto de su carrera. Años atrás fue sencillo, pero en 1956 tuvo que ser Norman Granz quien lograra el milagro. Pero el disco, además, también incluye a Oscar Peterson en el piano y a Herb Ellis en la guitarra. Nat Hentoff en la revista Down Beat le dio cinco estrellas y éste sería el primer disco de una serie de colaboraciones entre las dos estrellas. Es el legado de Cole Porter y Fats Waller en las voces y trompeta de dos de los más grandes músicos del siglo XX.

Mingus era un músico de trato difícil que tenía el ego igual de grande que su genialidad. Tocó con Kid Ory, Louis Armstrong, Lionel Hampton y Red Norvo a principios de la década de los cincuenta. Culpó a Miles de olvidarse del arco para tocar el contrabajo, aunque después aprendió por sí mismo, presumía de ser todo un semental y que ningún otro contrabajista tocaba y componía como él. Lo que es innegable es que él fue uno de los precursores del free jazz al utilizar la improvisación colectiva. Nunca temió los choques armónicos por más poderosos y excitantes que fueran. En Mingus Ah Um (1959) el contrabajista voltea hacia el pasado y explora el góspel, el jazz de Nueva Orleans, el esquema de pregunta y respuesta y el blues, pero lo hace sobriamente, sin las exageraciones a las que llegará en unos cuantos años más. En realidad, esta contención, ese autocontrol eleva este disco a alturas insospechadas, además de que varias piezas contenidas aquí las volverá a grabar una y otra vez e incluso cambiará los títulos, es por eso que la primera grabación con Columbia se vuelve tan importante.

13. Stan Getz, West Coast Jazz

El cool jazz de la costa oeste era un bebop interpretado de un modo ligeramente más comedido, con tempos menos frenéticos, los metales menos nerviosos y los arreglos más regulares. Podría decirse que es bebop con aire acondicionado y en las rocas. Adiós a las complejidades armónicas de Charlie Parker, bienvenido el relajado jazz modal instaurado por Miles Davis en Birth of the Cool. Era un nuevo clasicismo en el jazz: lo clásico eran los años treinta, Kansas City, Count Basie y Lester Young. Lo clásico era ser sencillo, simplificar a grado minimalista los solos, tener un gran sentido de la melodía, tocar con un swing suave y sonar ingenuo, despreocupado, cool. El sonido de Stan Getz y en general de los músicos que lo acompañaron (Shelly Manne, Conte Candoli, Lou Levy y Leroy Vinnegar) fue despreciado por la crítica en su momento, 1955 tal vez no era un buen momento para destapar un sonido tan limpio, en especial si los hardboppers sonaban furiosamente en Nueva York, pero el paso del tiempo le ha dado a este disco un valor musical: la herencia de Miles en los músicos blancos de Los Ángeles.

14. Jaco Pastorius, Invitation

Dos palabras podrían definir la carrera de Jaco Pastorius: genialidad fugaz. Con una gran imaginación y habilidad técnica, Pastorius logró que el bajo, ese instrumento rítmico que casi siempre se mantuvo discreto al fondo del grupo, se colocara al frente de cualquier grupo de jazz y tuviera la misma importancia que el saxofón o la guitarra. Es a partir de Jaco cuando los bajistas pudieron liberarse por completo de los estereotipos musicales. Usando una técnica de octavas característica de los guitarristas y aparentemente fuera del alcance de los bajistas, combinándola con una virtuosa ejecución de acordes y una técnica propia de la flauta dulce. Jaco tocaba el bajo como si fuera la voz humana. Invitation refleja el mejor momento de Pastorius: una de sus giras por Japón en 1983. El disco está plagado de grandes nombres: Randy Brecker, Peter Erskine, “Toots” Thielemans, Don Alias, pero lo más grande es escuchar el bajo de Pastorius, sus arreglos y la dirección musical justo antes de que la locura se instalara en él.

15. Medeski, Martin and Wood, Let’s Go Everywhere

Este trío, integrado por un baterista, un tecladista y un contrabajista, exploran una música alucinante, y aunque ésta no es su obra maestra Combustication, decidimos incluirlo por ser el esperado álbum para niños de una de las bandas más innovadores del jazz contemporáneo. La música de MM&W no es rock ni pop ni jazz ni funk ni nada puro y limpio, en realidad ellos producen una aleación compuesta de todo lo anterior más otros elementos con una pizca de surrealismo ácido. Es un grupo que le debe mucho al rock progresivo de los sesenta, al funk de los setenta y al acid rock, pero además pueden lograr un free jazz complejo y virtuoso cuando quieren. Por eso no son un grupo retro, su música es la respuesta a este siglo. Son tres tipos que saben qué diablos están haciendo: música.

16. Miles Davis, Bitches Brew

Contrabajo y bajo eléctrico, dos o tres teclados, dos o tres batacas, percusiones, saxofón, clarinete y un genio que podría postularse fácilmente como el más grande músico del siglo XX. El álbum arranca con una trompeta que parece una anunciación, desde ese instante se expande el espectro auditivo y entramos en otro multiverso. Festivo y maniaco-depresivo. Hechizo psicodélico, descarga eléctrica, trance funky, elevación. Como las mejores novelas, perfectamente imperfecto. También es una faena de la edición en estudio. Trompetista y maestro de orquesta, Davis dirigió a sus músicos a través de su alucinación. Les dio pocas indicaciones de a qué se enfrentarían antes de entrar a grabar, de tal forma que jamás perdieran la atención el uno del otro. No falta el cabeza chica que no le perdona los riesgos que corrió en esta grabación. Lo siento por Zeppelin y Floyd, pero tienen suerte de que Bitches Brew no se canonizara como disco de rock, de lo contario tendrían que hacerse a un lado. Como dice el título de la quinta pieza, en esta obra maestra Miles “runs the voodo down”.


17. Albert Ayler, Spiritual Unity

Este no es un disco para tronar los dedos, tampoco para escucharse de fondo. Aquellos que llegaron buscando alguna pista para adentrarse en el jazz, les recomiendo empezar por otro lado. Se necesitan callos en los oídos para escucharlo. Cada una de las piezas puede llenar cualquier habitación, castillo, atmósfera… de ruido. No hay armonía, ni melodía, sólo abstracción. Ayler reza cuando toca, al igual que Coltrane, aunque no logra entrar en comunión con dios, sino con sus demonios. Suena como si cada uno de los músicos estuviera en su propio viaje de heroína, pero todos coinciden en algún callejón de la pesadilla, del placer. En sus marcas, listos, a grabar. Es la improvisación en su máxima expresión, el saxo se distorsiona, los cuerpos se tuercen, el metal se funde. Spiritual Unity representa otra rama del jazz, una que proyecta su sombra tétrica por la ventana y de la cual han brotado otras ramas flores, plagas, semillas, y algunos de los frutos más exquisitos, más agridulces que la música nos ha dado jamás.

18. Eric Dolphy, Out to Lunch

Hizo pedazos el hard bop, en el sentido más literal de la frase, tomó su estructura rítmica, la partió y la volvió a armar. Impulso y contención, antecedente definitivo de la psicodelia. La mayor virtud de Out to Lunch es que nunca sabes lo que vendrá, imposible perderle atención. Dolphy murió a los 36 años en un halo de misterio, se cree que fue por diabetes, pero se sospecha que pudo ser por sobredosis. Sus solos en el clarinete bajo, flauta y saxo alto son una divagación paisajística, un paseo por las ciudades invisibles. Su genialidad fue reconocida por Coltrane, a quien inclusive marcó por una etapa, su influencia se extendió a una gama de talentos que van desde Hancock hasta Frank Zappa. Siempre pensé que el vibráfono, junto con la marimba y otros parientes, eran los instrumentos más psicodélicos. La evidencia que deja este disco es incontrovertible.

19. Bill Evans Trio, Explorations

El número tres: la perfección, lo sagrado, el equilibrio trípode. La cadencia del piano. La violencia de la batería. La elegancia del bajo. Bill Evans reclutó a Paul Motian y Scott La Faro para conformar el mejor trío jazzero de la historia. Evans tenía un don sobrenatural para componer armonías sin que eso perjudicara su vocación de explorador. Dicen que se apresuró a sacar este álbum porque le urgía conseguir dinero para comprar más droga. Interpretaba siempre encorvado, mirando el suelo, casi sin moverse, como si cada nota lo fuera hundiendo más en sus pensamientos y ni siquiera el deseo lo pudiese salvar.

20. Weather Report, Heavy Weather

Heavy Weather fue su disco más galardonado, con más ventas, mejor recepción crítica y suele ocupar un mejor lugar en esta clase de listas. Yo, al igual que Joe Zawinful, co-líder junto con Wayne Shorter de una banda que tuvo decenas de integrantes, prefiero Black Market. Pastorius comienza a incorporarse para acompañarlos en “Cannon Ball” e iluminar de funk “Barbary Coast”. No serán las piezas más complejas, por momentos inclusive se escucharán light si se le compara con la mayoría de los discos en esta lista, pero es innegable que se trata de un sonido auténtico. Ácido y eléctrico, jazz fusión que se alimenta de diversas tradiciones musicales y ritmos del mundo. Escuchar a Weather Report es como ver salir el sol de un lado y la luna del otro.

Diez extras:

Sonny Rollins – Saxofon colosus
John Coltrane – Giant steps
Erroll Garner – Concert by the sea
Herbie Hancock – Headhunters
Charlie Parker – The complete dial sessions
Miles Davis – Milestones
Bix Beiderbecke – Bixology
Charles Mingus – Pithecanthropus Erectus
Dexter Gordon – Go
Brandford Marsalis – I heard you twice for the first time

Patricia Aloy
Patricia Aloyhttp://www.facebook.com/aloypatricia
Directora del Noticiero Digital Venezuela Sinfónica @vzlasinfonica www.venezuelasinfonica.com Los invito a leerlo! Caracas, Venezuela

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