El artista del siglo XXI: la creación como una fuerza imprescindible

Aquiles Báez
Aquiles Báez

Vía: ProDaVinci | Por Aquiles Báez

El arte es una de esas manifestaciones a través de las cuales el hombre ha buscado encontrarse con el alma, la filosofía y el conocimiento. En sí mismo, el arte plantea la utilización de las formas estéticas como un vehículo para transmitir las ideas, y eso lo ha convertido en uno de los medios de expresión más contundentes de la Historia.

El legado del artista es su obra. La obra es la esencia del arte y el tesoro del artista, así que tiene que sostenerse mediante la creatividad y, en consecuencia, buscar un estado de conciencia que eleve al artista de la realidad y le permita, al mismo tiempo, transformar su entorno.

El artista del siglo XXI: la creación como una fuerza imprescindible
El artista del siglo XXI: la creación como una fuerza imprescindible

El artista tiene que ser la consecuencia de una experiencia de vida. Debe proponer en lugar de disponer de algo servido. A partir de la creatividad, debe generar contenido, ideas, cambios y, sobre todo, estar dispuesto a entregar su alma al arte que practique. Por convicción, un creador tiene que ser disciplinado y estudioso para así generar una propuesta, sea cual sea la corriente artística que tenga. Sólo a partir del estudio puede dominar la forma hasta hacerla suya y así conquistar un espacio en el cual predomine su propia concepción de la estética.

El verdadero artista siempre ha sido un revolucionario, un visionario que desea cambiar su entorno a través de sus acciones creativas. Algunos, como Mozart, son líderes: no sólo el gran músico que sabemos, sino un gran luchador de la independencia del artista. Hasta ese entonces, los artistas en general dependían de cortes, iglesias, principados y señores feudales para poder desarrollar su talento. Por supuesto, esas condiciones limitaban su trabajo a los criterios y la censura de quienes se sentían dueños de las obras sin ser los creadores intelectuales.

En general, los artistas incuestionables han navegado sus propias aguas, construyendo su propio lugar. Charles Chaplin, por ejemplo, aparte del maravilloso legado artístico que nos dejó decidió como uno de los grandes transformadores del cine, creó una unión de artistas del cine para que quienes laboraban en la industria tuvieran derechos sobre los trabajos que hacían. Leonardo Da Vinci fue capaz de manejar su propio universo creativo y cambiar la idea que se tenía del artista hasta su época. Federico García Lorca, además de ser el escritor fabuloso que fue, nutría su obra dibujando, componiendo y tocando el piano. Bill Evans, quien pensaba que cada nota le hablaba a su piano, generó un lenguaje personal que transformó el jazz y, en consecuencia, la música del siglo XX.

En todos los períodos históricos, las necesidades del ser humano cambian, así como las estructuras sociales y culturales. Y esta época que vivimos ahora, estos momentos de cambio con tanta información y contrainformación, complican el objetivo de definir quién es un verdadero artista y quién es un arribista de estos tiempos. Es muy difícil determinar quién es auténtico, quién es una parodia, quién es una verdad. Pero no todos los que se creen artistas lo son.

Vivir del arte nunca ha sido fácil. Pero estos son tiempos duros particularmente difíciles para el artista verdadero, ése que propone y trabaja por el crecimiento intelectual y técnico, ése que trata de superarse y no se conforma con ser una copia. El artista debe renovarse constantemente, crear y fortalecer sus ideas. No puede ser cómplice ni de la inmediatez ni de la mediocridad. Y es por eso que el artista en nuestros tiempos debe sobreponerse a la mediocridad y a la banalidad de esta época, para hacer posible un mundo paralelo con un objetivo artístico. El artista real busca la alquimia de la vida, la trascendencia con el espíritu. Su arte no es un objeto material. Su objetivo tiene que ser la verdad intangible que traza el alma, no la materia. No puede ser un fetiche ni un vacío. Tiene que plantear ideas, creación, contenido, y desde este ángulo ser un ente transformador de lo que hace: no debe permitir que le digan qué hacer, porque es transgresor e irreverente por naturaleza y su prioridad es ser la vanguardia, no la retaguardia.

Sin embargo, podemos hablar de parámetros basados en la ética y los valores, que su arte sea la consecuencia de su propia presencia con el sentido ético como base de su conducta. Igor Stravinsky plantea en su obra Poética Musical que la música “se ha rebajado a las exigencias de un utilitarismo elemental”. Esto es aplicable a todas las artes: los valores se rebajaron a un nivel donde la funcionabilidad está por encima de la calidad, generando universos de fórmulas y no de creación. El artista real no es complaciente ni entretiene: genera su propio contenido y su actividad nace como un acto lúdico que se transforma en ideas y a partir de ideas.

Vivimos en un mundo al revés: los artistas que tienen más preparación reciben menos recursos, menos remuneración, menos exposición y menos visibilidad que aquellos improvisados manejados a través de herramientas de publicidad. Sin duda, esto es posible porque privan más las estructuras de mercado que la calidad. Y la sociedad es responsable en una buena medida: nos hemos hecho cómplices de la mediocridad.

Existen formas manipuladas que engendran sentimentalismos baratos. Le han inculcado a la gente a apreciar y adorar esos espacios vacíos, así que el trabajo del artista de estos tiempos —tan arduo— muchas veces cae en ese vacío de fondo, donde la prioridad no es la espiritualidad sino el manejo superficial de una forma artística. Una que resulte.

Debemos cambiar este paradigma que apuesta por la apariencia de las cosas. El arte es la esencia de la cultura, así que debe figurar y retomar su papel protagónico, ése que ha perdido ante tanta banalidad.

Son tiempos difíciles. Hay que admirar a los valientes que, a pesar de los contratiempos y superficialidad contemporánea, han decidido ser artistas auténticos: son los héroes del siglo XXI, aunque aparentemente estén en contra de este tiempo. Son quienes marcarán el legado de su tiempo. Y esto genera una necesidad espiritual que, con su cuota de sacrificio, conduce a algo tan gratificante con el alma como la conciencia de ser honesto y consecuente con la fuerza de la creación. Sin duda Dios está de su lado, donde el corazón y la verdad son lo importante.

En este siglo, el artista real tiene sobre sus hombros la responsabilidad de llenar de cultura a un mundo apático y superficial. A quienes creemos en la esencia del arte, no nos queda más que celebrar la inteligencia y escabullirnos por parajes que nos alejen de la incertidumbre.

Hermann Hesse escribió que “para que pueda surgir lo posible, es preciso intentar una y otra vez lo imposible”. Pues bien: el camino está lleno de obstáculos, pero hay que hacer posible lo imposible.

Patricia Aloy
Patricia Aloyhttp://www.facebook.com/aloypatricia
Directora del Noticiero Digital Venezuela Sinfónica @vzlasinfonica www.venezuelasinfonica.com Los invito a leerlo! Caracas, Venezuela

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