Prensa FundaMusical Bolívar
En Tívoli, una escuela pública belga con alta población migratoria, conviven 23 nacionalidades, sus religiones y sus lenguas. Provenientes de Marruecos, Bulgaria, Rumania y Turquía, entre otros países, las clases de música semanales brindan el regocijo de compartir un espacio de igualdad y fraternidad, donde la música es el lenguaje común y universal que supera las barreras, no solo idiomáticas, sino religiosas. Allí donde niños y jóvenes reciben por separado clases de religión de acuerdo a sus creencias, el laúd, el chelo y el violín son instrumento de integración.
Mientras tanto, en UCCLE, escuela perteneciente a otra localidad de la capital Belga, la guitarra y la flauta son los instrumentos a través de los cuales niñas y niños de distintas clases sociales y culturales, tocan al unísono un mismo himno. En esta comunidad, conformada por niños belgas así como inmigrantes de los países del Magreb y África, se hermanan una vez a la semana a través de la música, un programa de enseñanza que ha logrado cohesionar en medio de la diferencia y la diversidad.
Esto es posible gracias al programa musical que la asociación civil ReMua (Resea des musiciens intervenants en ateliers), lleva a cabo en Bruselas, donde se inició hace 10 años liderado por Sara Goldfarb e inspirada en El Sistema venezolano. Lo que comenzó como una red de entrenamiento para profesores, atiende ahora la enseñanza musical de 414 niños y jóvenes belgas en 20 escuelas comunitarias, dotándolos de un instrumento y de aprendizaje musical.
Al cierre del año 2014, ReMua ha beneficiado a 1500 niños y para el 2015 existen 15 proyectos en desarrollo que contemplan no solo el crecimiento exponencial del programa, sino una alianza en conjunto con la Orquesta Nacional de Bélgica, para que puedan estos músicos intervenir y colaborar con el programa, que ya comienza a tener giro propios que incluyen la improvisación musical por parte de los niños con más tiempo en el programa, y la inclusión de la enseñanza del jazz.